Te refugias en papel y boli, un libro y una radio con pilas. Y buscas a vecinas por el barrio.
Gestionas la ansiedad de la desconexión con todos los recursos a tu alcance, que en momentos de apagón nacional se resumen tan solo en uno: estoicismo.
Y paseas con calma.
Ayer el tráfico colapsó la ciudad por la mañana, pero el no-tráfico dejó las calzadas vacías por la tarde. Y las aceras llenas de gente caminando lento. Ayer Madrid cambió el ritmo por unas horas.



Siempre nos quedará El Corte Inglés.






Este post forma parte de la serie «Miniluces», un experimento que estoy llevando a cabo para sacar poco a poco mis fotos de ese tecnofeudo que es Instagram.
Por cierto, todos los meses publico La Slow Newsletter, un (breve y mínimo) email con reflexiones, recursos y curiosidades para tomarse el emprendimiento (y la vida) sin prisa, pero con alma.