¿Es la curiosidad la esencia del emprendimiento?
«Lo importante es no dejar nunca de hacerse preguntas». Albert Einstein.
Aunque no soy muy partidaria de interpretar el mundo en términos «binarios», lo cierto es que cada vez con mayor frecuencia me descubro a mí misma dividiendo a la gente que me rodea entre los curiosos y los que no lo son. Cuando profundizo aún más en esa simple reflexión, me doy cuenta de que la curiosidad es un elemento común a casi la totalidad de las emprendedoras y emprendedores que utilizo como referentes y con los que me he ido cruzando a lo largo del camino.
Leyendo estos días «El poder de la estupidez» de Giancarlo Livraghi, me topo con sucesivos momentos ¡Ahá! (esos que aparecen cuando al leer un buen texto tu mente se reordena, se alinea y hace que lo veas todo un poco más nítido). Muchos de ellos tienen que ver con una idea clave que él propone a lo largo de distintos capítulos: la curiosidad es una de las mejores formas de superar la estupidez. Según él, la curiosidad es un talento que podemos y debemos ampliar y mejorar constantemente y de muchas maneras, un hábito que vale la pena conservar, cuidar y atender con genuino amor.
¿Y si en vez de tanto conocimiento que podemos encontrar a golpe de ratón en Google nos enseñaran desde el principio a ser curiosos? ¿Y si la escuela tuviera como único objetivo fomentar ese talento que ya de por sí traemos de serie al mundo? Einstein decía que él sólo era un curioso empedernido y mi humilde opinión es que, sin duda, es un hábito que constituye la esencia del emprendimiento. Responder constantemente a cuestiones como ¿cómo puedo hacer esto mejor?, ¿cómo hacer esto más simple?, ¿cómo puedo hacer esto más fácil? conducen a la puesta en marcha de proyectos que contribuyen a mejorar el mundo y sin duda, a reducir la estupidez.
¿Y tú? ¿Cuál es la siguente pregunta que piensas hacerte? 😉
«I keep six honest serving men, they taught me all I knew. Their names are What, and Why and When, and How, and Where and Who» Rudyard Kipling