El futuro será feminista o no será: sobre la carta de Obama y los feminismos
Leo hoy que Barack Obama ha escrito una carta abierta en la revista Glamour en la que que se declara feminista. No es éste un post en el que vaya a entrar a valorar lo que expone en ese texto o qué opino al respecto. Hace mucho tiempo que decidí respetar los feminismos de cada una y cada uno y a través de esa actitud tratar de aprender y aprehender lo que pueda beneficiar en cada caso a nuestra lucha por la igualdad. Éste es un texto en el que voy a hablar de mí. Porque hoy leyendo esa carta he terminado de hacer un aprendizaje muy potente que quiero compartir.
El día 11 de julio estaba previsto que Obama diera un discurso frente a una audiencia de casi mil estudiantes y personas emprendedoras congregadas para escucharle en los Teatros del Canal en Madrid. El acto fue cancelado cuando tuvo que regresar antes de lo previsto a Estados Unidos a causa de los acontecimientos en Dallas. La Casa Blanca quería que alguien le presentara en ese encuentro y me entrevistaron a mí y a unas cuantas personas más para llevar a cabo la tarea. El plan era que el Embajador Costos diera su discurso, después alguien ofrecería unos remarks sobre el ecosistema de emprendimiento e innovación en España y acto seguido, Obama haría su intervención.
La semana de la entrevista me encontraba acompañando a mi equipo y a las alumnas de Atalaya School en su Summer Camp anual en la provincia de Toledo. Desde la Embajada de EEUU en España me dijeron que podían hacerme la entrevista por teléfono, pero preferí conducir hasta Madrid y mantener la entrevista en persona. Cuando el jefe de protocolo de Obama me preguntó que de qué me gustaría hablar en mi pequeño discurso, me pilló por sorpresa: no había preparado nada, estaba absolutamente convencida de que me darían unas pautas muy concretas sobre lo que tendría que decir, que lo único que querían comprobar era mi fluidez hablando inglés y mi desparpajo hablando en público. Así que en un instante tuve que decidir cuál sería mi apuesta en un momento con tal nivel de exposición mediática como el que se me estaba ofreciendo. Podría haber optado por un discurso políticamente correcto, no demasiado comprometido, sin responsabilidades, que no cautivara demasiado a nadie, pero que tampoco molestara lo más mínimo a casi ninguna persona. Podría haber aprovechado esa oportunidad y esa visibilidad para promocionar algunos de mis proyectos, agradando al mayor número de seres humanos y colectivos posibles, o haber hablado de que los únicos Estados Unidos que he conocido en persona han sido los de la era Obama, porque la primera vez que puse un pie allí fue en agosto de 2008, en plena campaña electoral. No lo hice. Respondí desde el corazón y (con mucha cabeza), desde mis feminismos. Cuando le conté a mi santo lo que les había propuesto en la entrevista, él me dijo literalmente «no te van a seleccionar» y acto seguido él y yo nos descojonamos frente al trozo de sushi que nos estábamos zampando, porque sabíamos que el speech que me marqué era en cierta manera provocador y la verdad, nos divertía enormemente lo que suponía haberlo soltado ante el equipo de profesionales de la Casa Blanca a pesar de que no prosperara más allá de esa entrevista privada. «Yo delante de Obama no hablo mierdas», le dijé después, «o esto, o nada».
Me llamaron esa misma noche para comunicarme que querían que fuera yo la encargada de presentar al Presidente de los Estados Unidos durante el evento. Sin cobertura en medio de los montes toledanos no pudieron localizarme, así que me mandaron un mensaje en el que literalmente escribieron «I’m absolutely delighted to inform you that the White House has chosen you to be the speaker before President Obama! They particularly liked your forward-thinking statements about the future» .
«Visión de futuro» decían. Igual y es que en ese momento ya sabían que Obama iba a escribir esa carta en la revista Glamour; yo prefiero pensar que tanto su equipo como él creen que el único futuro posible, si es que este mundo que se nos rompe a pedazos tiene alguno, es uno en el que los feminismos hayan logrado su objetivo: acabar con la desigualdad. No necesito que nadie, mucho menos un presidente norteamericano, legitime mis miradas feministas sobre la economía y sobre el momento de la historia que me ha tocado vivir, pero reconozco que a veces reconforta más de lo esperado y te toca en el centrito justo del ego que personas con tal nivel de influencia en el manejo de los hilos que marcan el devenir del planeta abran espacios a según que visiones sobre el futuro. En mi discurso hablaba de lo que he aprendido de las mujeres emprendedoras y feministas con las que he trabajado a lo largo de mi vida, de la necesidad de replicar y escalar su manera de entender sus proyectos profesionales- existenciales, de colocar a las personas en lugar de al capital en el centro de todo, de desaprender y volver a aprender, de explorar nuevos modelos de «hacer empresa», porque los que tenemos no funcionan para la mayoría. En definitiva, de feminizar nuestras distintas realidades. Con un «Ladies and gentlemen, it is now my distinct honor to introduce the President of the United States, Barack Obama» tenía que cerrar mi intervención. Fue lo único que me pidieron que dijera. Todo lo demás se hubiesen limitado a suscribirlo.
No pudo ser, así que me empujaron a celebrar ese 11 de julio como lo hago todos los años: comenzando un nuevo viaje anual alrededor del sol, poniendo la sostenibilidad de la vida por delante de todo lo demás, bebiendo tinto de verano, disfrutando de la gente a la que quiero y que me quiere y dejándome tirar de las orejas. Decidí quedarme con lo importante de esa experiencia que no fue del todo, que medio fue: la mejor improvisación, siempre, es decir lo que piensas. Alto y claro. Sin miedo. Si no lo haces, nunca vas a tener la oportunidad de descubrir quienes son tus aliadas. O aliados.