El legado de aquella oportunidad perdida: Exit to Community
Cuando Elon Musk compró Twitter (no lo voy a llamar X jamás, jamás), muchos sentimos que algo más profundo se vendía: la promesa de un espacio digital común. Lo que podría haber sido una red gestionada por su comunidad acabó convertida en un activo especulativo. Ese es el tipo de “salida” que el Exit to Community cuestiona: ¿y si, en lugar de vender una empresa al mejor postor, el «exit» lo protagonizaran quienes la sostienen?
A finales de 2016 Twitter estaba en problemas. Su base de usuarios y sus ingresos publicitarios estaban creciendo, pero no tan rápido como esperaban sus accionistas e inversores. La salida a bolsa de la compañía se había producido tres años antes y los “tiburones” de Wall Street comenzaban a darse cuenta de que la presa no iba a resultar tan suculenta como habían planeado.
Por aquél entonces, lo que estaba en boca de la industria de inversión no era la IA, ni siquiera las criptomonedas, the next big thing era el big data. Así que todo parecía apuntar a que la única salvación para el pajarete azul vendría de una adquisición por parte de una compañía más grande. Gigantes como Disney, Salesforce, Microsoft o Alphabet salivaban a su alrededor.
Qué es un Exit to Community: salir hacia dentro
En ese contexto, un grupo de usuarios enamorados de la red social, ante la amenaza de que la plataforma dejara de ser para siempre lo que era, plantearon una alternativa que llegó a votarse en la junta de accionistas de la primavera del año siguiente: un Exit to Community.
En el mundo del emprendimiento, exit se utiliza para referirse al momento en el que las personas fundadoras venden su empresa a una compañía más grande o salen a bolsa (IPOs). En teoría, es el gran premio final del juego del capital riesgo, porque es el punto en el que se recupera la inversión y se hace caja. También es el momento en que el control cambia de manos y en la mayoría de los casos, la lógica del dinero sustituye a la del propósito. El Exit to Community (E2C) propone otra salida posible y que implica que en lugar de vender la empresa a quien más pague, se transfiera a la comunidad que la hace existir (clientes, proveedores, empleados…).
En un E2C la empresa se convierte en un bien común. La popiedad es compartida, los beneficios redistribuidos y las decisiones se abordan a través de procesos de gobernanza colectivos. Esto es, básicamente, lo que significa resetear el emprendimiento desde lo común.
El E2C me interesa no solo como modelo económico, sino como metáfora cultural. Durante décadas, el emprendimiento se ha construido sobre la idea de salir hacia arriba: crecer, escalar, vender, multiplicar. Pero, ¿qué pasaría si aprendiéramos a salir hacia dentro?
Salir hacia dentro significa devolver el control a las manos que crean valor y que la recompensa no sea el exit, sino la continuidad. El legado de una empresa no se mide en este caso en su valoración para levantar la siguiente ronda o exclusivamente en su precio de venta, sino en su capacidad de permanecer útil y viva. En términos de «Emprender con calma» significa pasar de la prisa del rendimiento al ritmo de la suficiencia.
El E2C encarna una economía que no huye de sí misma, sino que encuentra en la comunidad su destino natural.
Lo que nos enseña el caso Twitter
Twitter fue posible gracias a millones de personas que dedicaron tiempo, atención y creatividad a construir una conversación colectiva. Su valor no estaba en la tecnología, sino en la energía social que se acumuló allí. Así que cuando se vendió, no solo cambió de propietario, se rompió un vínculo invisible. El paso de comunidad a producto dejó al descubierto el precio de un modelo que convierte lo común en mercancía.
E2C en el caso de Twitter no prosperó, aunque de haberlo hecho, habría posibilitado:
- Un fondo paciente con objetivos de retorno orgánicos podría haber financiado la compra por parte de sus trabajadores y usuarios.
- La propiedad podría haberse dividido entre empleados, creadores y organizaciones que usaban la plataforma.
- Las decisiones estratégicas podrían haberse tomado mediante gobernanza participativa apalancada en tecnología blockchain.
- Y los beneficios, redistribuidos en función del valor generado en lugar del capital invertido.
Hasta el mundo de la inversión podría beneficiarse de fórmulas más horizontales y democráticas, porque representan en muchos casos la posibilidad de sacar de sus carteras a todas esas zombie startups que ni crecen, ni mueren y con las que no saben muy bien qué hacer porque lo que desde luego no logran es retornar su inversión tan rápido y tan multiplicada como esperaban.
El Exit to Community propone un nuevo tipo de final. ¿O estamos hablando quizá de un principio distinto?
En un mundo agotado de exits hacia arriba, necesitamos salidas hacia dentro. En un mundo agotado de exits hacia arriba, necesitamos salidas hacia dentro. Salidas que devuelvan el control a las personas que crean valor, que permitan que las empresas maduren sin venderse y que nos recuerden que emprender también puede ser un acto de pertenencia.
Este post forma parte de la serie «Financiar la calma». En la próxima entrega haré un recorrido por empresas y comunidades que ya están practicando el Exit to Community en distintos lugares del mundo. Si quieres mantenerte al tanto de su publicación, te animo a suscribirte a La Slow Newlstter, tu pausa semanal para emprender con calma.

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