Durante demasiado tiempo hemos reducido el emprendimiento a un modelo aspiracional que no funciona para la mayoría: rondas de inversión, crecimiento a toda costa y jornadas maratonianas. Emprender es, sobre todo, una forma de situarse en el mundo. Es elegir desde dónde construimos, con qué ritmo y hacia qué horizonte. Si lo entendemos así, deja de ser un medio exclusivamente económico para convertirse en una práctica vital: una manera de trabajar con coherencia, de sostener proyectos sin agotarnos y de relacionarnos con nuestro entorno desde otro lugar. |