Soy optimista ¿y qué?

En tiempos de incertidumbre, es fácil encontrar a los pesimistas. Los mecanismos existenciales que pones en marcha para guarecerte bajo el paraguas del miedo exigen menos esfuerzo que los que te obligan a moverte, a cambiar, a replantearte valores, hábitos y maneras de abordar el mundo (y tu negocio).

Convivo día a día con el miedo: el miedo de los clientes que no se arriesgan a invertir esperando ¿qué? ¿qué las situaciones que nos rodean cambien por sí mismas? Ésta es más o menos la realidad que estamos viviendo mayoritariamente en la PYME, los plazos se dilatan, la toma de decisiones es lenta hasta el estancamiento y mientras tanto, los días van pasando, las semanas se suceden y nos plantamos en el segundo trimestre de 2009 esperando a que alguien haga algo, cuando en realidad se trata de empezar a tomar decisiones responsables de manera individual.Y como seguimos quietos, evidentemente el mundo no se mueve.

La Teoría de los Campos Mórficos de Rupert Sheldrake sostiene que los seres vivos estamos interrelacionados, provocando a través de esta vinculación que los actos individuales de cada uno repercutan o resuenen en las demás criaturas de la misma especie. Esto significa, a grandes rasgos, que si un determinado roedor aprende un truco en un laboratorio de la Universidad de Harvard, las demás ratas de ese tipo serán capaces de aprender más deprisa sobre el mismo asunto, incluso si se encuentran en la otra esquina del mundo (es la llamada «resonancia en la lejanía»). Sheldrake sostiene que estos campos mórficos tienen un tipo de memoria que en el orden humano vendría a ser el «inconsciente colectivo» jungiano.

¿Y qué está sucediendo con nuestro inconsciente colectivo en los últimos meses? Que está intoxicado, lleno de pesimistas que se empeñan en aferrarse a una manera de vivir la vida que está empezando a pudrirse. Pero últimamente veo, cada vez con más frecuencia, señales que desde mi punto de vista indican que los optimistas estamos empezando a tomar las riendas. Y curiosamente, esos indicadores de los que hablo no tienen que ver con el deseo de recuperar situaciones del pasado en las que nos sentíamos más o menos seguros, sino con la ruptura de lo que, y lo estamos comprobando, no ha  funcionado: competir para destacar no funciona, formar equipos de alto rendimiento cuyo único objetivo es una alta productividad, no funciona, el «estamos aquí para ganar dinero» por encima de todo, no funciona, la información que no se comparte porque se considera «superestratégica», no funciona. Desplegar las alas, tomar impulso y mover el mundo¿Qué funciona entonces? Seguir creyendo en las personas: cooperar para que otros aprendan de ti y tú de ellos, formar equipos flexibles y conscientes de la importancia de su trabajo para la sociedad, el «estamos aquí para ser felices» por encima de todo y por supuesto compartir, compartir, compartir.

Ha llegado el momento de actuar, como sostenía Tagore, «no importa lo que sepamos o sintamos, no importan nuestras dotes potenciales o talentos, sólo la acción les da vida. Hacer trae la comprensión y las acciones convierten conocimientos en sabiduría. No puedes atravesar el mar simplemente mirando el agua».

¡Actúa, tienes la oportunidad de ser uno de los protagonistas del cambio contagiando tu optimismo a los demás! 🙂

3 Respuestas a “Soy optimista ¿y qué?”

  1. Muy bien, tu lo haces. Yo empecé hace doce horas y después te encontré. Ruperto está en lo cierto.

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