Y esto es lo que significa ser madre emprendedora
Escribí este post hace semanas. Lo dejé en borradores. Y hoy necesité releerlo más que nunca. Y creérmelo de nuevo. Y decidí publicarlo. Porque hoy fue uno de esos días emprendedores. De los difíciles. Con un problema y otro después y otro y otro, ¿y otro más? Si, por si no tuviste suficiente. Uno de esos días en los que Alma ha estado pegada a mí la mayor parte del tiempo, pero yo no he estado con ella ni un sólo minuto: mi mente estaba en otros lugares. Son días de «camisa arrugada y sonrisa planchada» como dice Xavi. ¿Y esto es lo que significa ser madre emprendedora?
Ser madre emprendedora es marcar tu propio ritmo durante tu embarazo, ceder la baja maternal a tu marido, compartir la crianza desde el segundo uno y tener la flexibilidad necesaria para construir una nueva familia a tu antojo.
Ser madre emprendedora significa tener dos jornadas laborales, la de la mañana y la de la noche y dedicar las tardes a visitar parques y piscinas, construir castillos y volver a ser niña sin que nadie se interponga entre vosotras.
Ser madre emprendedora es sufrir a más 11.000 kilómetros de distancia de casa porque los días que tú elegiste para viajar, un virus decidió instalarse en su pequeño cuerpecito, o porque cada vez que ella ve un avión en el cielo te cuentan que dice que mami está dentro. Y te llama. Y tú no la escuchas.
Y terminar el día a destiempos, sin poder compartirlos por causa del jodido cambio horario de vuestros meridianos alejados. Y cantar canciones delante de un teclado. Y besar y ser besada a través de pantallas. Y reír. Y llorar porque aún no se inventaron los abrazos virtuales.
Creo que no hablamos lo suficiente de lo que significa poner energías en la construcción de una empresa y en la crianza y educación de una persona de manera simultánea. No solemos explicar demasiado al resto del mundo el estilo de vida que se deriva de tomar una decisión como ésa, nos quedamos en el debate de si se puede o no se puede cuando en realidad simplemente nos estamos dedicando a hacerlo. Deberíamos contar más cosas, muchas más. Humanizar la situación compartiendo lo que es contestar mails a toda velocidad mientras al mismo tiempo te empeñas en apartar las manitas del teclado de la persona que está sentada en tus rodillas y la cantidad de cosas que te da tiempo a a hacer desde tu teléfono mientras tu cachorra se afana en terminar ese puzzle.
Porque resulta que a veces los demás se empeñan en colgarte el cartel de superheroína, cuando en el fondo eres una mujer de carne y hueso que a ratitos se cae de cansancio por los rincones. No es que viva acelerada, simplemente trabajo rápido porque soy muy consciente de que cada segundo que pierdo no me lo estoy robando sólo a mí misma, se lo estoy robando a un tiempo precioso que podría estar compartiendo con mi familia. No soy una adicta al trabajo que adora estar pegada a su portátil un domingo por la tarde, es que encontré justo un momento de soledad cuando Alma se fue a visitar a su abuela, y lo aproveché para terminar tareas pendientes. Y además me sobró tiempo para escribir este post.
Ser madre emprendedora es duro. Supongo que ser hija de madre emprendedora también. Pero tú, que también eres madre emprendedora o hija de madre emprendedora, sabes que en el fondo merece la pena el sacrificio. Y si no lo sabes, estás segura de que lo sabrás, si no, habrías elegido un camino mucho más fácil. Hablemos más de esta vida que es la nuestra, de lo bueno y de lo malo. Pero siempre con una sonrisa, esa sonrisa que surge de la certeza de que tú y sólo tú manejas las riendas de ti vida.