Mi padre

Mi padre y yo en 1981

Mi padre nunca fue a la universidad, ni siquiera llegó a la educación secundaria. Empezó a trabajar con 14 años en el negocio familiar, un negocio al que hoy siguen dedicando su vida tanto él como mi hermano.  Una profesión, la de escayolista,  que en los últimos años están viendo desaparecer de manera implacable.

Mi padre es un gran deportista, hoy vive la vida a través de su bici, aunque en otras épocas lo hizo con la misma pasión a través de otros deportes. Las dos ruedas le han permitido superar una enfermedad que podría haberle  encandenado al dolor para siempre y le han dado la fuerza y la esperanza necesarias para seguir adelante en momentos muy difíciles en los últimos años.

Mi padre pertenece a una generación que fue educada en la austeridad de una dictadura  y que aún hoy, a pesar de todo lo que hemos vivido en los últimos años, sigue creyendo que el mejor legado que se puede dejar a tu descendencia son bienes susceptibles de ser inscritos en algún registro de la propiedad.

Mi padre hoy cumple 60 años.

Me pareció que el mejor regalo que podía hacerle era demostrar públicamente lo orgullosa que estoy de él. Yo si llegué a la universidad, no tuve que empezar a trabajar a los 14 años y gracias a su esfuerzo cotidiano, viví una infancia y una adolescencia muy especiales que me permitieron sentar las bases para seguir explorando todo mi potencial en la vida adulta. Su afición por el deporte me permitió conocer media Europa cuando le acompañábamos en sus competiciones, con la consiguiente apertura de mente que conlleva estar en contacto con distintas culturas desde la infancia. Y el valioso legado que me ha proporcionado de manera cotidiana siendo un ejemplo de esfuerzo y superación en entornos hostiles y de alta incertidumbre, desde luego que no puede inscribirse en ningún registro de la propiedad, pero estará siempre grabado a fuego en mi corazón.

Hoy soy una persona con los recursos necesarios para pelear por mis sueños gracias entre otras cosas, a tener un padre como él. Felicidades papa. Gracias por todo lo que me has enseñado, me enseñas y me enseñarás. Te quiero mucho.

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