La Slow Startup como alternativa a la Startup Tóxica. Hacia un modelo de emprendimiento más justo para las mujeres

Éste es el texto que sirvió de punto de partida para mi ponencia «The Slow Startup» en la Universidad de Washington (Seattle) el 20 de  julio de 2018 y en en el Congreso Women NOW (Madrid) el 30 de marzo de 2019

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¿Dónde están las emprendedoras en tecnología?

Con esta pregunta comienza toda esta historia. Corría el año 2008 y en España, la llamada Web 2.0 estaba empezando a eclosionar. Algunas pequeñas empresarias creímos en aquel momento que las nuevas herramientas de la web social podían suponer un apoyo interesante para nuestros proyectos. Intuíamos que algo grande estaba a punto de arrancar y sentíamos que no queríamos perder «el tren del futuro». Pensábamos que subirnos a esta nueva ola tecnológica desde el principio, nos haría participar de ella en la mismas condiciones que los hombres. Al fin y al cabo parecía que todos y todas estábamos recién aterrizados. Pero lo cierto es que las emprendedoras en la industria digital eran pocas en aquel momento y pensamos que había que trabajar para que eso cambiara y para que más mujeres se beneficiaran de todo aquello que estaba sucediendo.

Nos pusimos manos a la obra y en 2009 fundamos Ellas 2.0 (la «hermana mayor» de lo que es hoy Ellas Al Cuadrado). Asumimos que el hecho de que las mujeres estuviéramos poco presentes en la puesta en marcha de esas empresas de base tecnológica (“startups”) era un problema que podía solucionarse trabajando en la falta de referentes, visibilizando el trabajo de las que ya se habían atrevido a dar el paso, mejorando el acceso a la financiación, fomentando las vocaciones científico tecnológicas en niñas y adolescentes, construyendo y facilitando la existencia de redes profesionales para mujeres y muchas otras cosas en las que muchas personas y organizaciones llevamos trabajando mucho tiempo. 

No basta con añadir más mujeres al combo y agitar

Con el paso de los años descubrimos que no basta con añadir más mujeres al combo y agitar. Después de toda una década, las cifras de mujeres en la industria de la tecnología no sólo no han variado demasiado, sino que además, muchas han terminado por abandonarla.

Si queremos que el emprendimiento digital sea una auténtica herramienta de empoderamiento económico para las mujeres, hay que mirar desde otros lugares o de otras maneras. De lo contrario, seguiremos empujando a muchas mujeres al «maravilloso» mundo de las masculinidades tóxicas.

Ahí estoy yo en 2013 en Miami en una Pitch Conference que organizamos desde Ellas Al Cuadrado en colaboración con el Banco Interamericano de Desarrollo y que tenía como objetivo visibilizar a emprendedoras de la región y ponerlas en contacto con inversores. Ahí estoy yo poniendo mi granito-granazo-pedrusco de arena en la perpetuación de un modelo de emprendimiento profundamente injusto para las mujeres.

Hemos dedicado cantidades ingentes de energía, tiempo y dinero a tratar de encajar en un modelo de empresa creado por una pequeñísima parte de la población mundial (hombres, blancos y ricos) en un rincón muy localizado del mundo (Silicon Valley).

Ese modelo hegemónico de emprendimiento digital que nos devuelve una concepción del éxito muy concreta y que coloca la acumulación de dinero y el crecimiento rápido en el centro de todos los procesos se sustenta en el mito de la meritocracia, en la idea de que todos y todas partimos desde el mismo lugar a la hora de emprender y que los que “triunfan” son los que lo hacen mejor.

Ese modelo se olvida de que las mujeres seguimos asumiendo mayoritariamente el ámbito de los cuidados o de la organización de los cuidados y de que nos toca compatibilizar ese trabajo no remunerado con nuestros emprendimientos. La división sexual del trabajo no está contemplada en el mundo glamuroso de las startups que aspiran a ser el próximo unicornio.

Ahí estoy yo en 2016 en la etapa final de un IVLP (un programa de intercambio al que la Embajada de EEUU me invitó a participar junto con emprendedoras de otros 24 países y que nos llevó a estar viajando tres semanas por el país conociendo experiencias en torno al tema “Mujer y emprendimiento”).

¿Qué hay de diferente entre esta foto y al anterior? Nada y mucho. En ambas estoy rodeada de mujeres talentosas con ganas de cambiar el mundo y tratando de romper cada una a su manera, el techo, barrera o frontera de cristal con el que nos habíamos topado en nuestro “camino hacia el éxito”. Sólo en la segunda foto yo estoy empezando a ser consciente de que desde Djibuti, pasando por Líbano y hasta la Argentina, nos hemos auto-asignado la tarea de romper techos de cristal, cuando tal vez nos saldría más a cuenta visto lo visto, poner la energía en fabricar otro tipo de techos de otros materiales que nos cubran a todas por igual y en espacios diáfanos, sin divisiones.

Necesitamos imaginar y practicar otras formas de empoderamiento económico, necesitamos re-significar los modelos de éxito y para ello es imprescindible poner en valor el ámbito de los cuidados de una vez por todas. El autocuidado, el cuidado de los hijos y las hijas, el cuidado de nuestros mayores, de las personas dependientes, el cuidado de nuestras comunidades a través de formas de organización como las AMPAS son una dimensión invisibilizada que sustenta el actual modelo y que tiene que jugar un papel protagonista en un nuevo modelo de empresa que coloque a las personas, y no al dinero, en el centro de todo.

La startup que nos muestran cotidianamente como modelo de éxito en las escuelas de negocio, en los titulares de los medios de comunicación y en los paneles de expertos en los grandes eventos de emprendimiento es así:

 

Se trata de un modelo depredador nutrido por fondos de capital riesgo que condicionan la manera en la que se construye empresa. Los inversores no son Medicis en la Florencia del Renacimiento, los inversores quieren hacer dinero con su dinero y cuanto más rápido y más multiplicado, mejor. Y en esa carrera veloz y productivista en la que también se supone que tenemos que estar las mujeres emprendedoras, se nos olvida que la velocidad que se pretende se sustenta en dejar completamente fuera la sostenibilidad de la vida.

Qué caminemos rápido al emprender, nos dicen. Y que no hay forma de sacar adelante un negocio sin dedicarle 14 horas de trabajo diarias. ¿Y qué hacemos con todo lo demás, amigas? Nuestras vidas emprendedoras se ven en la mayoría de los casos en la tesitura de tener que elegir entre asumir dobles jornadas (trabajo productivo y cuidados) o tercerizarlos, sosteniendo nuestro progreso en la precariedad laboral de otras mujeres y contribuyendo a perpetuar desigualdades. 

Queremos imaginar y crear fuentes de sostenibilidad económica que aseguren las condiciones materiales en nuestras vidas, pero sin dejarnos la propia vida en el camino. Y que además, contribuyan a crear sistemas empresariales y económicos más justos y sobre todo, más accesibles para todas.

Y de ese deseo y necesidad nace la Slow Startup.

  • La Slow Startup es un concepto líquido y en continua construcción que se nutre de los principios del Slow Food Movement. Un paradigma empresarial que incorpora la mirada de la economía feminista y donde el “bootstrapping”, un palabro que podríamos traducir por “financiarte sin ceder el control de tu proyecto a inversores especulativos” juega un papel clave.
  • La Slow Startup pone el foco en el largo plazo y en las relaciones significativas entre las personas.
  • Y exige procesos calmados que nos permitan seguir conectadas con la resolución de los problemas fruto de las desigualdades sociales y con la naturaleza, e incorporar estas miradas en la construcción de soluciones (productos y servicios digitales) que logren convertirse en fuentes de sustentabilidad económica.
  • La Slow Startup innova desde la empatía y la colaboración y pretende legitimar y poner en valor otros modelos de éxito emprendedor.

Es la filosofía de emprendimiento con la que trabajamos en Ellas BizLab desde finales 2016. Ellas BizLab es una tranquilizadora de startups que en su primera edición fue financiada por una beca de alumni que conseguí del Departamento de Estado de EEUU en el final de la era Obama, pero que en el resto de ediciones (ahora estamos desarrollando la última), han financiado las propias emprendedoras participantes. Un programa de acompañamiento que en 12 semanas nos permite abordar la construcción de un producto digital colocando a las personas en el centro de todo el proceso, en todo momento.

Por las seis ediciones que se han llevado a cabo de Ellas BizLab han pasado 100 mujeres y 1 hombre dispuestas como mínimo, a dejar de creerse el mantra de que para sacar adelante un negocio hay que poner “toda la carne en el asador”, “arriesgarlo todo”, “crecer o morir”.

Es muy pronto para saber si esta opción empresarial tiene probabilidades de sobrevivir dentro de un modelo económico que como afirma Winnie Byanyima, “funciona en contra de las mujeres”. Pero no es arriesgado intentarlo, al menos, no menos arriesgado que hacerlo pretendiendo ser el próximo Mark Zuckerberg. Emprender cosas nuevas, también empresas, es una lotería, con muchos elementos que escapan a nuestro control y que aseguran la supervivencia o no de un proyecto. Algunas queremos jugar esa lotería con otras reglas. ¿O acaso las startups que levantan cientos de miles de euros lo logran siempre?

Todas estamos arriesgando en la construcción de un negocio, lo que es seguro es que las personas que lo intentamos desde la Slow Startup, lo consigamos o no, al menos tendremos la certeza de que en el camino pusimos nuestro granito de arena para construir un mundo más justo.

Un esfuerzo colectivo

En cualquier caso, que modelos de emprendimiento y empresa alternativos al hegemónico y mucho menos tóxicos y por tanto más justos para las mujeres prosperen, no es algo que vayamos a lograr nosotras solas. Se trata de un esfuerzo colectivo en el que también tienen que asumir responsabilidades:

  • Los hombres

Chicos, ante este panorama hay dos opciones por las que podéis optar desde ya: bien dar un paso atrás y quedaos en la retaguardia dejando que el protagonismo en la creación de empresas más justas para las mujeres lo tengamos nosotras y apoyando a lo largo del camino sin caer en actitudes paternalistas; o bien, asumir los cuidados. No es glamuroso, pero es profundamente necesario en esta crisis de reproducción social en la que andamos inmersas como especie.

  • Los Gobiernos

Es urgente que reclamemos a nuestros gobiernos que dejen de usar el emprendimiento como un parche para solucionar contextos de desempleo. Basta ya de recibir entre líneas el mensaje «si no tienes trabajo es porque no quieres, emprende». Es irresponsable y profundamente injusto. No todo el mundo quiere emprender, ni todo el mundo puede hacerlo. Y las que decidimos dar el paso, no somos heroínas que vayamos a salvar el mundo. Ni más valientes que las mujeres que optan por otros caminos profesionales. Esa lectura sólo añade tensión y ansiedad a una opción que ya de por sí está cargada de incertidumbres y de precariedad legislativa. Del panorama con el que lidiamos las autónomas y autónomos cotidianamente y sobre todo, al jubilarnos, parir o enfermar, hablamos otro día.

Señoras y señores del poder ejecutivo y legislativo, por favor, poned foco en lo que sí está en vuestras manos: mejores permisos de maternidad y paternidad, mejoras en la Ley de Dependencia, mejoras en las condiciones de los autónomos y revisión de una vez por todas del marco legal que rodea el sector del trabajo doméstico (formado mayoritariamente por mujeres migrantes y racializadas que trabajan en condiciones que deberían haber desaparecido hace mucho).

  • Los señores (y señoras) del dinero

Señores y señoras con las condiciones materiales aseguradas de por vida pase lo que pase: ¿de verdad que tiene sentido seguir acumulando riqueza? ¿Por qué no apostar por otros modelos de empresa que aseguren la sostenibilidad de la vida? Es que nos vamos a la mierda. Todos. Tal vez merezca la alegría intentarlo.

No estás sola

Aunque todo lo anterior sí que está bajo nuestra influencia y por eso hay que seguir haciendo estas demandas de manera cotidiana y dando la batalla, en última instancia no está bajo nuestro control. Pero lo que sin duda depende de nosotras es seguir legitimando otras maneras de hacer empresa (y vida). Porque tú, como muchas otras, sientes que el ritmo en el que andas inmersa no es sostenible y te niegas a asumir que eso tenga que ser así para siempre.

Mira, las que queremos explorar y apostar por otra forma de emprender y hacer empresa, molamos. Mil. O incluso más. No somos vagas, sólo queremos trabajar menos porque sabemos que la vida está en juego. Creemos firmemente que ir despacito es sexy y además, defendemos que estar liadísima y que no nos dé la vida no es a lo que deberíamos aspirar. Re-signifiquemos el éxito.

¿Quieres seguir reflexionando sobre este tema? Te animo a suscribirte a «La Slow Newsletter». Un breve y mínimo email que envío de manera muy esporádica y sin una periodicidad fija para tomarse el emprendimiento (y la vida) sin prisa, pero con Alma. Puedes suscribirte desde aquí.