Fui invitada a participar en la jornada de reflexión organizada por EISMEA (Agencia Ejecutiva para el Consejo Europeo de Innovación y las Pymes) y enmarcada en el Proyecto Piloto del Parlamento Europeo sobre la brecha de género en inversiones. Este proyecto es iniciativa pionera destinada a abordar las disparidades de género en el panorama de la inversión y pone el foc en empresas y fondos liderados por mujeres tratamdo de descubrir y analizar las causas profundas de esta brecha.
No suelo acudir a este tipo de encuentros, porque me frustra mucho llevar escuchando casi dos décadas las mismas reflexiones que dan lugar a las mismas acciones, a los mismos lugares comunes, al mismo tipo de iniciativas y como consecuencia, a una perpetuación del statu quo que roza el aburrimiento. Decidí hacerlo en esta ocasión porque el encuentro lo promovía en España Lina Gálvez, Eurodiputa y economista feminista y tenía interés en conocer sus reflexiones al respecto.
Por primera vez en un contexto de «ecosistema emprendedor» institucional escuché algo que espero hiciese reflexionar, sobre todo, al numeroso grupo de inversoras y líderes de fondos de inversión que estaban participando en la jornada: «tal vez la cuestión no es que no haya zapatos para nosotras, es que estamos tratando de encajar en la horma equivocada», afirmó Lina Gálvez.
Es el «no basta con añadir más mujeres al combo y agitar» con el que llevamos dando la turra años.
Otras formas de invertir son posibles. Para ello, la industria de la inversión tiene que estar dispuesta a mirar más allá de sus talones (y sí, esto es un retruécano). ¿Hay disposición a hacerlo, o seguiremos en un purple washing que no implique una revisión de las reglas del juego y que apenas va a generar cambios sobre la situación actual?
De momento, seguiremos interpelándoles. Yo me explayo largo y tenido sobre el asunto en «Emprender con calma«, así que poco más que añadir por aquí.


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