Wangari y su ejército de mujeres sembradoras
La biblioteca de mi pueblo tiene nombre de mujer. Se llama «Isabel Allende». Nuestra biblioteca es una de las suertes de mi vida porque está llena de libros que el equipo de mujeres que la dirigen y gestionan, seleccionan con cariño y con conciencia de género.
La sección infantil es una de las mejores, en ella encuentro cuentos que son joyas y que nos cuesta devolver después de leerlos y releerlos hasta que Alma se los aprende de memoria.
«Wangari y los árboles de la paz» se vino con nosotras a casa hace un par de semanas. Es una biografía bellísima de Wangari Maathai, la keniata que repobló su país de árboles, utilizando como motor a las mujeres. Ella fue la primera mujer en África Oriental en obtener un doctorado y su historia de lucha y dignidad es una inspiración que Jeanette Winter ha sabido trasladar a un lenguaje infantil de manera prodigiosa.
Wangari comenzó el movimiento verde en Kenia en 1977 sembrando nueve pequeños árboles en el patio trasero de su casa con un único objetivo: contrarrestrar la masiva deforestación que estaba sufriendo su país. Sin árboles, la vida cotidiana había cambiado drásticamente en la mayoría de las aldeas de Kenia, sobretodo para las mujeres, quienes tenían que ir en busca de leña a kilómetros de sus poblados. El desierto se acercaba, así que Wangari se rodeó de mujeres de su localidad para que le ayudaran en la siembra. A esas primeras mujeres se fueron sumando muchas otras con el paso del tiempo. En el año 2004 ya habían consegido sembrar treinta millones de árboles, puesto en marcha seis mil viveros y habían hecho aumentar sus ingresos a las más de ochenta mil familias que recibían una contraprestación económica por cada árbol que sembraban y lograban mantener vivo después de tres meses. Fue la primera vez que muchas africanas ganaban dinero por trabajar. El movimiento se extendió a otros treinta países africanos y Wangari ganó el Premio Nobel de la Paz.
Me encanta que ahora forme parte de las heroínas de la infancia de mi hija. Me emociona cómo ella ha memorizado pasajes de esta vida hecha cuento.»Estamos sembrando las semillas de la esperanza». «La tierra estaba desnuda. Mi misión fue intentar vestirla de verde».
Qué poderosas podemos llegar a ser las mujeres cuando trabajamos juntas. No hay quien pueda parar a un ejército de mujeres sembradoras.