Al emprender, ni te muevas rápido, ni rompas cosas

La primera vez que escuché de boca de alguien el mantra emprendedor “muévete rápido y rompe cosas”, acuñado por Mark Zuckerberg, fue a principios de 2012 en Mountain View, en el corazón de Silicon Valley. Mis compañeras de Women 2.0 organizaban su primera gran conferencia y competición de startups a la que asistieron unas mil personas, en su mayoría mujeres. Katie Mitic, Directora de Plataforma y Marketing Móvil de Facebook por aquel entonces, fue una de las ponentes y la que soltó tremenda perla.

Esta filosofía de trabajo es la que básicamente sostiene la llamada cultura de producto en compañías como Facebook. Para Mitic, la gran diferencia entre las organizaciones que abrazan una cultura de producto y las que no, es la cantidad de tiempo dedicado a debatir lo que quiere el cliente. “En Facebook, tienes esas conversaciones y luego alguien simplemente lo construye y lo pone en el mercado (…) Se trata de una gran meritocracia de ideas y una excelente manera de terminar una discusión y decir que podemos estar en desacuerdo como equipo sobre determinadas cosas, pero vamos a seguir adelante y construirlo y ver qué sucede”. Lo que ella estaba describiendo básicamente es la que ha terminado siendo la herramienta de creación de empresas más utilizada alrededor del mundo por los emprendedores en el ámbito de la economía digital, la metodología Lean Startup.

Era febrero de 2012 habían transcurrido pocos meses desde la publicación de “The Lean Startup”, el libro súper ventas de Eric Ries en el que aterrizó la metodología emprendedora que llevaba diseminando por el valle desde 2008 y que dio el salto masivamente al resto del planeta a partir de su publicación. Ries la desarrolló partiendo del lean manufacturing, de Kiichiro Toyoda, fundador de Toyota, e incorporando el método de desarrollo de clientes de Steve Blank, otro de los grandes gurús del emprendimiento.

Lean startup es un procedimiento para crear negocios y productos que apunta a acortar los ciclos de desarrollo. Adopta un proceso de experimentación que consiste en ir lanzando al mercado soluciones y funcionalidades que son susceptibles de ir cambiando para ir adaptándose a la retroalimentación que te proporcionan los clientes que usan el producto o servicio que estás creando. Esto permite establecer  un sistema de validaciones de hipótesis de negocio que te encaminan a ir incorporando aprendizajes y a decidir qué es lo que realmente tiene sentido en términos de negocio, porque tomas decisiones basándote en lo quiere el mercado. A eso se refería Mitic cuando explicaba que no dedicaban tiempo a debatir sobre lo que quería el cliente. Aplicando lean startup, construyes y colocas un producto mínimo viable (un MVP por sus sigles en inglés) ahí fuera. Es el cliente el que te va contando y guiando por dónde avanzar.

La metodología lean startup vertebra actualmente la mayoría de emprendimientos desde sus primeros días de vida, porque ha terminado convirtiéndose en commodity. Nadie que siga los cánones se plantea lanzar un producto desde una aproximación distinta a la planteada por Ries. Ni siquiera Facebook en 2012, siendo ya una empresa de cinco mil empleados se salió de ese redil y trató las cosas de manera diferente. Porque en el corto plazo, funciona. En palabras de la entonces Directora de Plataforma y Marketing móvil de Facebook, “se trata de una idea simple: construyes, sacas el producto al mercado, aprendes e iteras (haces ajustes para adaptarte al cliente). Y repites el proceso. Y sigues haciéndolo y haciéndolo y haciéndolo lo más rápido posible”. 

El problema es que la narraativa hegemónica se grabó a fuego lo de “ciclos de desarrollo cortos” haciendo una interpretación absoluta del asunto y provocando que lo corto mutara a frenético. Se considera al ciclo como algo desligado, independiente y no mediatizado por el largo plazo. Esos segmentos de tiempo deberían ser considerados desde lo relativo, teniendo en cuenta las relaciones de la empresa con otros fenómenos y considerando la interdependencia que nos ha permitido prosperar y sobrevivir como especie. Así que lean startup sí, pero mejor a otro ritmo si lo que queremos es que el emprendimiento sea una palanca de auténtica innovación que nos ayude, por ejemplo, a lograr los objetivos y metas de desarrollo sostenible para 2030 y décadas venideras.

Lean startup en un marco temporal de largo plazo es mejor mapa que en uno cortoplacista. Ocurre lo mismo con otras metodologías emprendedoras y con muchísimas buenas prácticas y herramientas que pueden ayudar a las personas a construir negocios rentables. Lo que ha sucedido es que la agenda cortoplacista de los hombres blancos y ricos que exportan ideología empresarial empresarial desde Silicon Valley  nos ha llevado a confundir mapa con territorio y a no cuestionar la manera en la que se están haciendo las cosas en el modelo hegemónico. 

La metodología lean startup ha terminado convertida en una herramienta al servicio del cortoplacismo imperante y ha sido despojada de todo su potencial para ayudar a los emprendedores a crear soluciones que no sólo les aseguren un negocio sostenible y la libertad financiera, también la posibilidad de desafiar los retos que tenemos por delate para asegurarnos un mundo habitable, vivivle y con menos desigualdad. Necesitamos más que nunca emprendimientos que reparen. Lo lograremos moviéndonos con calma y arreglando cosas, no rompiéndolas.  

Es urgente recuperar una estrategia de mirada larga en el emprendimiento. Ésta es una de las propuestas que incluyo en mi próximo libro. Si quieres que te avise cuando esté publicado, suscríbete a La Slow Newsletter desde aquí.

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