La economía del Buen Vivir

La necesidad de trabajar por un nuevo modelo económico que erradique el sufrimiento de millones de personas y el deterioro del planeta no ha sido nunca tan urgente.

Desde hace años, muchos economistas sostienen que el PIB como indicador de progreso se ha quedado obsoleto. Expertas como Mariana Mazzucato o Tim Jackson apuestan en su lugar por reformular las políticas económicas y la manera que tenemos de medirlas para poner el foco en cuestiones como la calidad de vida de las personas y su impacto en el medio ambiente.

Estos planteamientos teóricos se vienen concretando de manera más práctica en iniciativas como la WEAll (Wellbeing Economy Alliance), una coalición de países y regiones gobernados en su mayoría por mujeres (Finlandia, Islandia, Escocia, Gales y Nueva Zelanda) que colaboran con el objetivo de impulsar un movimiento que supere los ODS 2030 y vaya más allá al promover una economía del buen vivir para las personas y el planeta de cara a 2040. En el marco de esa alianza, el Ministerio de Asuntos Económicos de Nueva Zelanda ha publicado recientemente su primer informe nacional al respecto: Te Tai Waiora. Te Tai Waiora es una expresión en maorí que hace referencia a las mareas del bienestar y que representa los conocimientos que el tesoro público pretende proporcionar a través de este reporte para ayudar a «navegar» la economía. Desde su punto de vista, la esencia de la economía se basa en hacer elecciones para establecer prioridades, así que con este documento pretenden sumar información a ese proceso para tomar las decisiones más adecuadas para las personas, el planeta y sobre todo, para las futuras generaciones. En la portada del informe se incluye un símbolo con forma de espiral que se reproduce como marca de agua en todas sus páginas. Se denomina takarangi («patrón en espiral» en maorí) y representa la dimensión dinámica en la que cada componente del bienestar interactúa con los demás. El marco de trabajo del que parten asume que todos estos conceptos emanan de lo mismo y no pueden ser extraídos o considerados de manera aislada. Todo está interconectado.

Leyendo el informe pensaba sin parar en Sumak kawsay, un neologismo en quechua creado en la década de los 90 por organizaciones indigenistas americanas. En Ecuador se ha traducido como «buen vivir», aunque expertos en lengua quechua coinciden en señalar que la traducción más precisa sería la «vida en plenitud».​ En Bolivia la palabra original en aimara es suma qamaña que se ha traducido como «vivir bien». En su significado quechua original, sumak hace referencia a la realización ideal y hermosa del planeta, mientras que kawsay significa «vida». Una vida digna, en plenitud, equilibrio y armonía. Existen nociones similares en otros pueblos indígenas americanos, como los mapuche (Chile, Argentina), los guaraníes de Bolivia, norte de Argentina y de Paraguay que hablan de sus teko kavi (vida buena) y teko porã (buen vivir o buen modo de ser), los Achuar (Amazonía ecuatoriana), también en la tradición Maya (Guatemala), en Chiapas (México) o entre los Kunas (Panamá).​ Desde los 90 el Sumak Kawsay se desarrolla como una propuesta política alternativa al desarrollo turbocapitalista. Busca el bien común y la responsabilidad social a partir de su relación con la naturaleza y el freno a la acumulación sin fin. El “Buen Vivir o Vivir Bien” significa armonía, equilibrio, interdependencia de todas las formas de vida. Relaciones comunitarias y saludables, la tierra como “madre” y no como mercancía y el uso y distribución racional de los recursos son algunas características de la visión indígena de “una vida plena”, que en occidente llamamos “derechos”. De nuevo, como si estuviéramos recorriendo una espiral que nos lleva a un mismo sitio, pero a uno diferente, reaparece un concepto clave en el bienestar: la interconexión.

Todo está conectado, por eso deberíamos emprender en conexión con la naturaleza. Porque no hacerlo es perpetuar y construir una economía que va en contra de nosotras mismas. Y en este sentido, hay mucho que aprender de los pueblos que han luchado y trabajado para mantener sus culturas milenarias a pesar de las imposiciones de occidente. Decían los cineastas Straub y Huillet que «hacer la revolución es volver a colocar en su sitio cosas muy antiguas, pero olvidadas». Esta afirmación, con el paso del tiempo, se ha terminado convirtiendo en un mantra para mí, casi en una obsesión, cuando de teorizar sobre el emprendimiento se trata. Construir mejores empresas es una de las palancas para construir mejores mundos. Y en el ámbito de la empresas supuestamente innovadoras que vienen a traer cambio y progreso hemos abusado del adanismo por encima de nuestras posibilidades. Nos hemos empeñado en mirar hacia delante, sin parar. Y sin echar un mínimo vistazo a lo que otros han venido construyendo. Y de esos barros, estos lodos. Las empresas deberían colocar el bienestar de las personas en el centro de todos los procesos. El Buen Vivir como eje que todo lo conecta.

La Organización Mundial de la Salud en Europa, a través del recientemente creado NEEG (New Economics Expert Group), lanzó el pasado mes de julio la iniciativa U-WE (Universal Well-being Economy Initiative), que sitúa el bienestar y la calidad de vida de las personas en el corazón de la recuperación económica. Su objetivo es generar evidencias, herramientas de inversión en bienestar, conocimientos y enfoques para apoyar a los países y socios en la creación de un cambio hacia nuevas prácticas económicas. La economía del Buen Vivir está llegando- volviendo para quedarse, porque su desarrollo es más urgente que nunca. En este viaje, no nos olvidemos de nuevo del pasado y tratemos de aprender de los que puedan enseñarnos. Hay iniciativas ya en marcha como la ILI (Indigenous Leadership Initiative) en Canadá que conviene observar de cerca. Se está incorporando conocimiento ancestral no solo a la gestión de comunidades de faúna en peligro de extinción o al control de incendios forestales, sino a la construcción de tejido económico basado en la conservación del entorno y en el impulso de la buena vida. Están volviendo a colocar en su sitio cosas muy antiguas, pero olvidadas. Y en constante interconexión con la naturaleza. Un buen camino.

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